La Distancia más corta

Salí a caminar una noche de invierno, el viento tocaba mi cara tan dulce como un beso. La luz de los faroles impregnaba mis ojos de un velo amarillo que permitía verlo todo en una versión mucho más sepia de lo normal.

Mis pies caminaban con rumbo y certeza de que sabían donde debían pisar, mi mente aletargada por tanta emoción no podía esperar saber ¿hacía dónde nos dirigimos?. En menos de 5 minutos, entré en una atmósfera oscura una luz tenue dejaba ver los arboles, pero había construcciones, calzada, materos a los lados y sorprendentemente visualizo un parque infantil de concreto, tan gigante que era imposible dejarlo de ver dentro de la oscuridad. Me detuve un par de segundos para aprovechar ver aquello, al instante mis oídos comenzaron a escuchar niños que venían de todas partes a jugar, y en un chasquido de dedos ya era de día; los niños jugaban, reían, y me sentía tan plena viendo aquello. Bajo la luz del sol y con un cielo inmensamente azul, tanta alegría e inocencia infantil llenaron mi corazón, que no paraba de latir.


Escuché el crujido de una rama , voltee mi cabeza y volví a la oscuridad, sin sentir miedo. Pasé del día a la noche a la velocidad de un rayo. Caminé hacia donde mi sentido me orientaba, sin tener ninguna idea de cual sería mi destino final, el viaje estaba siendo tan placentero que debía continuar.

Fue así que encontré bajo un edificio un violinista, tocando con tanta pasión que no pude dejar de escucharlo, a medida que lo escuchaba había una parte de mi que identificaba la pieza, Tchaikovsky El lago de los cisnes, y más me emocionaba,  mis ojos comenzaban a llenarse de lagrimas como si la música estuviera contándome una gran historia de amor. 
Mi mente proyectaba un teatro del siglo XIX, con el ballet ruso y su puesta en escena, su danza de era como un sueño, tan real, que sentía la brisa de su movimiento, el sonido de su pies sobre el suelo, y casi hasta la orquesta completa; fue tan agradable que sentí que se detuvo el tiempo, pero llegaba el momento de  terminar el espectáculo.

Finalizó cuando el violinista dejó de tocar bajo aquel edificio, tomó sus cosas y para ir a casa, eso si, sin antes pedirme una moneda. Lo más impresionante en este desenlace,  fue la transición de los bailarines, como desaparecieron de mi vista convirtiéndose en arenilla y cayendo homogéneamente en conjunto con la brisa y transformandose en polvo dorado.

Un par de pasos mas allá, por fin había llegado a donde debía, lo sabía, pues sentía un poco de temor pues sabía todo me estaba preparando para este  momento. 

Frente el río y con una enorme luz de luna llena reflejada sobre el Tejo; a la izquierda el puente iluminado con su majestuosidad, y yo aun desconcertada.


Me senté en un banco de cemento que allí había a esperar lo que aún no sabía que sería, y así fué que repentinamente apareciste tú.

Mi primera reacción fue: gritar,  no quiero hablarte ni verte más, con toda la fuerza que mi garganta permitió. Tu permaneciste inmóvil sin articular una sola palabra.

yo: rompí a llorar, preguntando ¿qué haces aquí?
tu: necesitaba verte y hablarte.
yo: ¿qué sentido tiene eso ahora luego de tanto tiempo?
tu: todo el sentido del mundo... Necesito me digas todo lo que tienes por dentro que no te permite avanzar para que puedas ser feliz.
yo: no creo que haya mucho que decir luego de lo ocurrido.
tu: un amor como el que me diste es imposible se rompa y vacié de un día para otro, aun cuando el tiempo y la distancia que yo he puesto en medio siempre haya estado ahí.
yo: justamente todo este dolor se trata del tiempo y la distancia. ¿Por qué para ti era necesaria? sabes muy bien ese porque, lo peor de todo es que puedo reconocer que no estoy mejor de lo que estaba a tu lado, pero debo asumir mi decisión, no hay vuelta atrás ya.
yo: ¿para qué me creaste una ilusión si sabías que no me amabas?
tu: yo te amé de alguna manera, tu fuiste y serás la mujer que siempre me ayudo y me dió todo aquello que yo necesitaba, que ninguna antes de ti lo había hecho.
yo: ¿y dónde quedo aquello que yo necesitaba?
tu: fui muy egoísta, pensando en lo que creía era mejor para todos y terminó siendo lo mejor para mi.
yo: ¿y para qué ir yo en mayo?
tu: yo lo intenté y lo intenté, hasta el cansancio, pero en algún momento me dí cuenta que no había nada más que intentar, estaba todo muerto.
yo: ¿otra mujer? en un principio no, pero ahora si. ¿y para qué has venido? aún no lo entiendo.
tu: para pedirte perdón y agradecerte por ser tan buena mujer, amiga, amante y confidente. Para que sepas que serás siempre un a persona importante para mi.
yo: ¿y a mi de qué me sirve eso? cuándo las personas se disculpan simplemente es el reflejo de culpa, y la única forma de aliviar la culpa es esa, pero el daño y la herida siguen y seguirán abiertas. Solo el tiempo ha de curarlas. Por mi parte, allá arriba hay un dios que todo lo ve y sabía a profundidad ,que ha pasado y nos dará a cada uno lo que merecemos, sin egos, ni culpas. No era necesario venir aquí para esto, no te perdono, pues no has hecho nada que no quisieras hacer, te dejo ser feliz y libre. Te agradezco los buenos momentos, tu cariño cuando existió, tu afecto y más. pero recuerda aprender de esta experiencia y que nadie merece ser tratado, ignorado y dejado sin respuestas como tu lo hiciste conmigo. Dios te bendiga y adiós, no quiero escucharte más.

Me voltee de golpe y comencé a correr tan rápidamente que no sentía mi cara por la brisa fría, en seguida una llovizna comenzó a caer tan sutilmente, que me hacía sentir una especie de lágrimas cayendo sobre mis mejillas, fue entonces que debajo de la luz amarilla nuevamente empece a girar, girar y girar cada vez más fuerte bajo la lluvia y entendí que este había sido el punto final de esta historia y que estaba totalmente liberada.


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