El encanto de una ciudad

Siempre me ha gustado buscar el encanto de todas las cosas, el lado positivo, la belleza por muy escondida que a veces parezca.

Desde que tengo uso de razón, mi tardes dominicales eran las mejores, rodeadas de cultura, en una librería que no se si aun existe. Allí con mi padre mientras el veía libros de adulto, yo me perdía en la inmensidad de libros infantiles de los cuales siempre recordare uno con total frenesí: Margarita de Ruben Dario:
“Margarita está linda la mar, y el viento, lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar(...)

Ese lugar mágico para mí, se llamaba Ateneo de Caracas, y no nada mas era una librería; era teatro, sala de conciertos, centro de reuniones en el cafe Rajatabla; era un sitio de concurrencia habitual para gente que le gustaba lo cultural. 
En el mes de diciembre se hacia de manera obligatoria una feria del regalo, y no podía faltar para comprar esos detalles únicos y personales que nada mas allí se vendían.


Ateneo de Caracas
Ateneo de Caracas


El Parque Los Caobos, con su larga extensión, hacía parecer que mi bicicleta no era suficiente para recorrerlo completo, pero me esforzaba hasta llegar al premio: un raspado de colita y parchita, pues un solo sabor no era digno de aquella majestuosa vista en la plaza de los museos. Soñaba entrar al Museo de Bellas Artes, Galería de Arte Nacional o al Museo de Ciencias.
Parque Los Caobos

Plaza de los museos
Plaza de los Museos


En segundo lugar para mi estaba Parque Central, muy cerca del ateneo que fue concebido como un complejo habitacional, cultural, comercial y recreacional, ícono indudable de la arquitectura venezolana; y sus torres gemelas durante años fueron las mas altas de América latina hasta el 2013. 

Parque Central Caracas
Parque Central Caracas

Recuerdo perfectamente ir al Museo de Arte Contemporáneo Sofia Imber, y deleitarme con las obras de arte mas impresionantes que pensó ver cualquier caraqueño. La biblioteca de ese museo que fue mi mano derecha en el tiempo de estudios de diseño, en donde conocí a Kandinsky y su punto y linea sobre el plano.

Luego pienso:¿Qué más amo de mi ciudad? muchas cosas amanecer y mirar el Avila, esperar en diciembre ver la cruz del Avila encenderse el primer día de diciembre.
Cruz del Avila
Cruz del Avila

Recorrer la UCV. mi universidad querida que desde que tengo uso de razón, quise graduarme en el Aula Magna, y aunque no pude, ví a muchos de mis grandes amigos hacer este sueño realidad.
Aula Magna UCV
Aula Magna UCV

Mi amado Jardín Botánico, en donde crecí entre juegos y travesuras en Los juegos ecológicos, que cada año era mi premio por pasar el año, no necesita vacaciones costosas ni viajes solo vivir la experiencia ecológica de compartir con tantos que se convirtieron en familia durante tan solo un mes.

¿Otro de mis lugares favoritos? la Avenida Libertador por debajo. Recuerdo en la época que ganaban diferentes partidos políticos como con mi padre salíamos en el carro a celebrar que había ganado su partido, con pompones, pitos y música.

Otro lugar que me encanta es la pastora con sus hermoso techos rojos y esa esquina famosa en donde cada vez que pasaba por allí me decía: “...aquí fue donde murió Jose Gregorio Hernández, lo atropelló el único carro que existía en caracas en 1919“.
La pastora

Son tantas cosas, tantos recuerdos, tanto amor que siento por mi ciudad de los techos rojos que sería imposible ignorarla. 
Siempre he dicho que Caracas es una ciudad con un gran encanto, y muchos se ríen tildándome de romántica empedernida; pero como siempre le buscó lo bueno a todo he de decir que nadie me quitara mi amor por caracas. Aun cuando el tiempo la haya maltratado se mantiene fuerte en su esencia, amable como su gente, hermosa y cálida como su clima, y generosa como su tierra.

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